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martes, 28 de octubre de 2008

Pa'Ciencia...

Publicado en La Jornada, martes 28 de octubre de 2008
En 2009 se cumplirán 150 años de la publicación de El origen de las especies, de Charles Darwin.
Javier Flores
Lo que el viento a Darwin*

“Nadie se sorprenderá de lo mucho que todavía queda por explicar con respecto al origen de las especies y variedades, si se tiene en cuenta nuestra profunda ignorancia acerca de muchos de los seres que viven en nuestro derredor.” Con estas palabras, que son una combinación de sabiduría y modestia ante la complejidad del universo de la vida, da inicio una de las obras cumbre del conocimiento humano: El origen de las especies, que hoy celebramos en vísperas de cumplirse 150 años de su publicación, al mismo tiempo que recordamos el segundo centenario del nacimiento de su autor, Charles Darwin.

Publicado en noviembre de 1859, el libro de Darwin sacudió al mundo científico de su época al plantear por primera vez la teoría de la evolución y la selección natural, que ha sido y sigue siendo la columna vertebral del desarrollo de las ciencias de la vida. Antes de su aparición predominaba una idea según la cual, desde sus orígenes, cada organismo siempre había sido el mismo, es decir, una jirafa, un reptil, un insecto, un microbio o un humano, ya que habían sido creados independientemente con una anatomía y funciones inmutables, lo que resultaba acorde con el dogmatismo religioso que explicaba la vida por la decisión de un creador del universo.

Al respecto, Darwin señala: “… después del estudio más deliberado y del más desapasionado juicio de que somos capaces, no dudamos de que la opinión hasta ahora sostenida por la mayor parte de los naturalistas y antes por nosotros, al afirmar que cada especie ha sido creada independientemente, es errónea”. La evolución de las especies a partir de ancestros comunes se explica, de acuerdo con el autor, por un proceso de selección natural. ¿En qué consiste?

“Todos estos resultados son consecuencia de la lucha por la existencia. Debido a ésta, las variaciones, por pequeñas que sean, y cualquiera que sea el origen del que provengan, si en algo son provechosas a los individuos de una especie en sus relaciones infinitamente complejas con otros seres orgánicos y con sus condiciones físicas de vida, tenderán a la conservación de dichos individuos, y serán generalmente heredadas por la descendencia.”

Los avances en la biología contemporánea son una confirmación de las tesis darwinistas que constituyen, a mi juicio, la mayor revolución en el conocimiento en las ciencias de la vida, pues incluso otros avances más recientes tienen como base la teoría de Darwin; entre ellos, las consecuencias del descubrimiento de la estructura de doble hélice del ácido desoxirribonucleico, realizado en 1953 por James Watson, Francis Crick y Rosalind Franklin; o el desciframiento de la secuencia de esta molécula que realizó Carl Venter en 2001, y el proyecto del genoma humano. En el último caso, por ejemplo, se muestra que el genoma humano conserva los genes de otras especies en un alto porcentaje, como los de algunas bacterias, la mosca Drosophila melanogaster, el gusano Caernorhabditis elegans, y en 98 por ciento con el chimpancé, lo que refuerza la idea de que en el origen de estas especies existe un ancestro común. La teoría de la evolución de Darwin ha afectado de manera muy importante diferentes disciplinas, en particular la medicina.

Hay algunos temas en la obra de Darwin que resultan inquietantes. En su libro sobre el origen del hombre, publicado 12 años después de El origen de las especies, señala que el hombre es el animal más dominante que ha aparecido sobre la Tierra, poniendo de relieve sus facultades intelectuales, su lenguaje articulado, sus hábitos sociales y su capacidad de inventar herramientas, así como sus capacidades de observación, memoria, curiosidad, imaginación y razón, que nos llevan a pensar hoy que estas capacidades que surgen de la naturaleza pueden ser un factor que incide en la evolución. Acepto que pueda tratarse de una idea antropocéntrica, pero lo que es real y actual es que los humanos hemos creado un complejo técno-científico que permite actuar en la preservación de especies en peligro de extinción y, al mismo tiempo, en la modificación del planeta afectando a todos los seres vivos, como lo muestran los efectos del cambio climático, cuyas consecuencias a largo plazo apenas podemos imaginar.

Un último aspecto es que hoy, como en el momento que vivió Darwin, sigue estando presente la disputa entre el conocimiento científico y el dogmatismo. El neoscurantismo es un concepto nuevo, que consiste en que a los argumentos surgidos de la autoridad se agregan elementos científicos para combatir las ideas surgidas del propio conocimiento científico. Éste es el caso del creacionismo y la teoría del diseño inteligente, que solamente ocultan, con el disfraz de la ciencia, las ideas religiosas sobre la creación por un ser superior que pretende negar el darwinismo. Pero el resultado de estas tesis es que le hacen a la teoría de la evolución lo que el viento a Darwin.

*Una versión de este texto se presentó el lunes pasado en Casa Lamm en la sesión titulada: A 150 años de la teoría de la evolución de Darwin.

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